Cantabria apostó por el ferrocarril, y en 1852 el rey consorte, Francisco de Asís Borbón, colocó la primera piedra de la línea Santander-Alar, una iniciativa que exigió mucha constancia y esfuerzo y que supuso un acontecimiento decisivo para el futuro de la sociedad cántabra. El carácter emprendedor e innovador de los montañeses se evidencia al tener en cuenta que en ese año sólo había dos líneas funcionando en España, la Barcelona-Mataró y la Madrid-Aranjuez.
Desde entonces, los caminos de hierro han marcado la evolución social y económica de Cantabria. el vapor, la electricidad y el diésel que impulsaban las máquinas contribuyeron a enriquecer a los pueblos, valles y comarcas de nuestra comunidad, proporcionando unos más altos niveles de bienestar, favoreciendo el comercio y la industria gracias a la mejora del transporte y dejando huella de otras culturas e idiosincrasias por las que pasaba el ferrocarril.
Ahora que tanto se habla de las líneas de alta velocidad, de las líneas de alta disponibilidad, de tardar menos de tres horas en llegar a Madrid, desde estas líneas nos gustaría decir a nuestros responsables políticos, que la mejor forma de planificar el futuro es conocer el pasado, que mientras en esta región no se haga una apuesta clara por la conservación y mantenimiento de nuestro antiguo ferrocarril de nada valdrá hablar del nuevo, por lo que ya va siendo hora de que en esta comunidad sea una realidad de una vez por todas el MUSEO DEL FERROCARRIL EN SANTANDER, para que la gente conozca la historia y pueda hablar del futuro.